
“¡Mascarones!, ¡viejos mascarones de proa!. Vosotros erais el remate de algo divino, como el barco de vela. Vosotros erais su enseña, la ornamentación del bello y gallardo barco, con su erguido bauprés”
PÃo Baroja
 “La niña coronada por las antiguas olas, allà miraba con sus ojos derrotados: sabÃa que vivimos en una red remota de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia, sin saber si existimos ó si somos su sueñoâ€
Mascarón de proa. Pablo NerudaÂ


La proa, grandeza y peligros de aventuras marÃtimas. La bella figura que adornaba las proas de los buques se convirtió siempre en el sÃmbolo de la conquista de los mares. La conquista militar cuando el León o el caballo encabritado adornaba los buques de guerra. la conquista comercial cuando el emblema de una mujer contemplaba los caminos de las principales rutas comerciales y de navegación del mundo. Los únicos obstáculos a este deseo humano de conquista y exploración han sido siempre la fuerza y los caprichos de los océanos. Con los mascarones de proa ocurre algo singular. Ocurre que por su belleza son de las pocas piezas de un barco que sobreviven al desguace, por tanto a su muerte. Por el valor artÃstico de su talla. Por su simbolismo. Por su historia. A menudo estos bustos se quedan varados en las costas o en los cementerios de los puertos. Devuelto a la vida terrenal suelen ocurrir muchas cuestiones. Si se trata de un buque conocido, ilustre, irán a parar a los fondos de algún museo público. Pequeño o grande. De un municipio lejano en alguna costa remota. AllÃ, en su remota y modesta sala dedicada a los “naufragios” de pequeñas naves del lugar. Y de estos lugares casi desconocidos, en ocasiones, a las espaciosas salas climatizadas de algún museo moderno marÃtimos que nos recordaban su lejano eco naval.




El presente artÃculo se nutre en algunas ocasiones de las fotografÃas que he realizado personalmente durante años, idas y venidas en los diferentes museos marÃtimos del mundo. Desde el de la Marina de ParÃs, en donde la belleza y estilismo de las esculturas comparten protagonismo con otra de las maravillas de estas naves. Los espejos de Popa. De ParÃs pasando por el Museo de Salerno, que me sorprendió muchÃsimo, por la profusa colección de ellos. Tampoco podÃamos olvidar nuestro querido museo naval de Madrid, en donde el espÃritu de los mascarones, notablemente restaurados y conservados descansan en sus vestÃbulos principales, en el llamado patio central, junto a los impresionantes modelos del Real Carlos o el SantÃsima Trinidad La Real, la bandera de combate del crucero Princesa de Asturias o el ático original de la Puerta del Mar del arsenal de la Carraca. En este sentido agradecer la grandÃsima amabilidad de Andrea Zucas, nuestra compañera de columna y gran amante de la cartografÃa, pero sobre todo de la belleza artÃstica de la mar, que sin pensárselo dos veces compartió unas preciosas imágenes de su trabajo cotidiano. Y tras estos. Por supuesto Londres, su colección de figureheads, tanto en el interior del Maritime Museum, como en la colección del Cutty Sark, en la llamada sala del “John Silver”. Los mascarones de proa afortunadamente los encontramos por aquà y por allÃ. Casi vayamos por donde vayamos en algún lugar señero relacionado con la mar. Señalar que los mascarones de proa, cuando se observan de cerca allá donde estén, me producen una sensación extraña. Parecen decapitados. Figuras solas. Inertes. Eran la cabeza, la proa y la guÃa de un navÃo majestuoso que ya no existe. Y es curioso. En su largo peregrinar, estas proas vuelven a su lugar de origen. Prácticamente a la misma situación, cuando nacieron de las maderas, las gubias y las tallas de aquellas manos artesanas. Vuelven a encontrarse expuestas y a econtrarse exentas.Grifos. Leones. Mujeres y Unicornios. Blasones de antiguas dinastÃas…

En las islas Scilly hay muchas figuras rescatadas de los buques que volvieron, tras años de servicio a sus abandonadas radas. Con el tiempo y a su vez con el olvido, muchos de estos mascarones de proa se pudrieron y desaparecieron. Incluso la labor del historiador a la hora de datarla, es sumamente complicada. Con el paso del tiempo, no es fácil poder averiguar y por tanto datar a que nave perteneció. Existen en la actualidad miles en muchos de los puertos y las costas del mundo. Muchos de los desguazadores de las riberas del Thames, atesoran orgullosos en la actualidad dichas tallas sin saber de donde proceden. Las Reales Atarazanas en Portsmouth, Devonport y Chatham tienen colecciones impresionantes, a la intemperie y en la mejor de las ocasiones, en sus museos. Desde Estocolmo, pasando por Amberes, llegando a Brest, Hamburgo o Mistic… El Museo MarÃtimo de Barcelona tiene una colección de mascarones de proa que proceden de veleros catalanes del s. XIX y en el museo de la Marina de ParÃs, impresiona ver de cerca las maderas de los hercúleos guerreros, o las sutiles damas, que miran al frente de las proas. Aquà y allÃ, en colosales esculturas, que incluso son más grandes que la propia estatura de uno mismo (como ocurre en el Museo de la Marinha de Lisboa y especialmente en uno de los mas espectaculares en esto de los mascarones, el de Brest). Hoy recopilamos el recuerdo de ellas en espejo de navegantes. Quizás asà podamos disfrutar un poco todos de estas viejas maderas, y asà tener una excusa para preguntarnos por sus orÃgenes, sus formas y sus viajes. Hasta que dejaron de existir y de engalanar nuestros mares. La cuestión de ornar con belleza aquellos insignes embajadores de la mar, pasaron de moda hace ya mucho tiempo. Recordemos brevemente algunas de sus historias.


Entre el mar y las estrellas
Tradicionalmente, los marineros pensaban que las sirenas actuaban como peligrosas seductoras cuya canción podrÃa atraerlos a naufragar en los arrecifes de coral y costas rocosas. Curiosamente, un mito concurrente, cuya existencia se da al menos desde la época de Plinio el Viejo, el cual afirmaba que una mujer desnuda o semidesnuda calmarÃa mares turbulentos. Se ve que la mujer  tendrÃa siempre la posibilidad de serenar las olas y las mentes en los momentos de peligro. Y asàparece que perduró en el tiempo en las diferentes culturas y mentes colectiivas. Desde los tiempos de aquel insigne romano, hasta el reciente siglo XIX. Con el tiempo los marineros se olvidaron de las habilidades seductoras de las sirenas, para colocar en las engalanadas proas de los barcos a mujeres con el pecho desnudo, que según decÃa, actuaban como talismán para el buen tiempo. La sirena con el tiempo se convirtió en el mascarón de proa femenina más común.


Nosotros, en espejo de navegantes nos centraremos en la época moderna. A mi entender la época de oro de los mascarones de proa, desde el punto de vista decorativo, este esplendor se centra especialmente durante los siglos XVII-XVIII. Comparte camino con buena parte de la eclosión pasional y decorativa del barroco. Pposiblemente, los mascarones sean uno de sus mayores embajadores en los mares del mundo. A este propósito, si nos queremos adentrar en los mascarones de proa, es muy aconsejable disfrutar de la lectura del manual de Andrew Peter, el mismo se adentra magistralmemnte en esta época, para enseñarnos notablemente dicho arte que en muchos casos, como ocurre con muchas cuestiones de la mar, ha sido muy olvidado. Y asà nos encontramos, que durante esta época, la barroca, era común para los buques de alto rango, ser decorados con grupos de elaborado diseño de tallas. Sorprende ver las esculturas incluso en sus dibujos de los planos previos a la construcción. Era tal la minuciosidad y el detalle con el que se enfrentaban cada vez que construÃan una nave, que maravilla ver los bocetos de esos Hércules o esas Minervas en los planos del carpintero. Estas esculturas, que incluÃan figuras como dioses, diosas, monarcas, caballos alados y sirenas, eran a menudo de tamaño natural y lleno de simbolismo para la flota a la que la nave pertenecÃa.

Charles Le Brun, Jean Berain, y Pierre Puget son algunos de los artistas más notables de las flotas francesas. Especialmente de los puertos Mediterráneos de Marsella, Brest y Toulon, conocÃan sus talleres. Y los buscaban, buscaban su maestrÃa a la hora de trabajar la madera, para engalanar sus barcos, para encargar que sus talleres creasen bellas figuras escultóricas que en ocasiones daban nombre al barco en cuestión. Pierre Puget, en particular, se hizo famoso por el alcance, el peso y la expansión de sus diseños en la flota francesa. Por encima y por debajo del panel, querubines y otros dispositivos de decoración se combinan con balaustradas talladas y galerÃas mitológicas, toda una recreación artÃstica para los buques de guerra y de paz. No olvidemos que eran los mayores embajadores de la Francia, allá por los puertos en los que se encontrasen. Y asà con todas las principales marinas del mundo conocidas.


Las figuras mitológicas representados en las esculturas eran generalmente el mismo que el nombre de la nave. “Apolo, Zeus, Marte, Mercurio, Aquiles, Andrómeda, Venus, la náyade, y, naturalmente, Neptuno y Poseidón”. La estética neoclásica sigue siendo popular en aquellas inmensas naves de madera, y se volverÃan obsoletos en el siglo XIX, por cuestiones de maniobralidad y también por cuestiones de eminente pragmatismo. La nave dejaba de ser un objeto bello y de poder, para ser un isntrumento útil. Eminentemente desctructor y rápido. de A pesar de ello, aún a finales de aquella época, a caballo de la industrialización masiva, era posible ver los innumerables buques mercantes que llevaban nombres de dioses y héroes clásicos por los mares del mundo, se trata de un curioso momento de paso entre una época y otra. Entre la caballerÃa y el motor de vapor.

Maderas…
El diseño del mascarón no podemos olvidar que tenÃa que tener muy en cuenta, una cuestión muy importante. La de su colocación en la nave, que no era otra que la proa del barco, es decir la zona donde la madera posiblemente se encuentra fuertemente expuesta a la intemperie y al viento con mayor intensidad. De ahÃ, que en ocasiones la madera del conjunto del mascaron siempre tuviese que ser de buena calidad. Las figuras decorativas en la colección del Cutty Sark fueron creadas por talladores profesionales, que vivÃan y trabajaban en los muelles. Alrededor de la construcción de una nave, eran muchas las familias y los talleres que se afanaban en crear todo lo necesario para estas máquinas de guerra. Los artesanos de las artes decorativas también tenÃan su lugar predominante, sus instrumentos, sus técnicas, sus sabidurÃas que herdaban de generación en generación. Las maderas duras como el roble o la teca, fueron utilizados y en ocasiones  tratados con resinas para aumentar la resistencia de la figura para el agua, la putrefacción y el desgaste. Una vez encastadas, siempre eran motivo de orgullo por parte de la tripulación, que se sentÃan orgullosos de la apariencia de su barco y su mascarón de proa. Al fin y al cabo era la imagen de la nave, y todos hacÃan lo posible para protegerla. Al coste que fuese.

No sólo tenÃa el mascarón de proa de un significado emocional para las tripulaciones, también era un objeto que estaba repleto de supersticiones. En una nave donde impera la ley del pragmatismo, en donde todo esta perfectamente regulado y hay poco tiempo para otra cosa que no sean las órdenes, la superstición también tiene su lugar. A este propósito, el HMS Atlas, un navÃo de lÃnea de la Guerra de la Independencia Americana de 1782, tiene una historia curiosa, que me llamo poderosamente la atención cuando la conocÃ.Debido a un error en el diseño, el mascarón de proa de este navÃo de guerra, una magnÃfica talla que representa al Dios Atlas, tuvo un percance. La iconografÃa, pesada, voluminosa, con aquella esfera del mundo que carga sobre sus hombros, tenÃa un problema. Por su volumen, al momento de colocarla, se dieron cuenta que era demasiado alta y obstaculizaba al propio bauprés, por lo que parte de la escultura de la esfera del mundo tuvo que ser cortada. Esa parte incluÃa, cosas del destino, el hemisferio en el que se encontraban las colonias americanas que defendÃan. Todos los marineros británicos de la nave consideraron su eliminación como un mal presagio. A tenor de los resultados, parece que no se equivocaron…
SÃmbolos de paz y de guerra en las diferentes marinas
Luego esta la cuestión bélica. Los atributos de hegemonÃa y de poder cuando se navega por las aguas del mundo tenÃan su importancia. Una de las formas más populares de la época moderna, fue la del León rampante. En la armada Española rugió durante algunos siglos sobre la mar. Sin embargo no fue el único león que navegarÃa majestuosamente sobre las aguas. Es más sorprende que todas las marinas de guerra más importantes de Europa sin excepción, adopten dicho animal para todas sus naves. Todas. Desde la sueca, pasando por la inglesa y la hispana adoptaron a este fiero animal como bello representante.

Ya en 1543 el Inglés Bythane Jeffrey escribió un tratado sobre la necesidad de decorar las proas de las naves, por lo que para hacer honor a la casa, se define la importante necesidad de opulencia para sus adornos. A continuación, el uso de estuco y dorado fue introducido en Inglaterra, como después darÃa paso otras marinas. Y asÃ, se dá el pistoletazo de salida a una época, en la que se gastan enormes sumas para construir, equipar y decorar galeras, galeones y posteriormente, con el paso del tiempo, navÃos de lÃnea. Venecianos y genoveses, Españoles, Ingleses, suecos y franceses competÃan en la creación de grandes tallas en sus barcos. Meticulosos en los detalles, impresionantes mascarones elaborados. Incluso Anton van Dyck, discÃpulo de Rubens, llegó a ser maestro en esta cuestión. Incluso con la evolución artÃstica de los siglos, el León modificará su estilo. Su detalle. Su valor artÃstico. Pero si tenemos hablar de valor artÃstico, son múltiples los leones que podemos traer a espejo de navegantes, para mostrar su iconografÃa. Quizás en primer lugar tengamos que traer a colación el León rampante del navÃo Wasa. Actualmente se puede maravillar uno con él en directo, en el propio museo al observar su impresionante proa. Especialmente singular fue el momento de su recuperación de las aguas portuarias de la rada de Estocolmo, unas aguas en las que ya fuese por el expolio, las corrientes o la propia actividad portuaria, tanto en sus obras hidráulicas, como en sus vertitos tóxicos, hacÃan correr peligro su propia existencia.

En el reinado de Enrique VIII el león se convirtió en el mascarón de la proa británica en general, y, con pocas excepciones, siguió siendo popular en las naves de mar y de guerra hasta el final del reinado de Jorge II. Fue llevado por tales buques famosos como el Gran Harry, de Elizabeth y el “Revenge” de Sir Richard Grenville. El de Drake, siempre fue el astuto ciervo dorado. Ese “golden hind” que escapó del león, y que se puede ver en forma de réplica en el Southmark, en la ribera sur del Tamesis. Ya en esta epoca, el mascarón de proa tomó la forma de un león heráldico o couchant gardant, como le llamaban por aquel entonces. Esculturas de leones, unicornios y dragones siguieron siendo populares en Inglaterra hasta la década de 1600, momento en que los buques más grandes comenzaron a acoger representaciones de tamaño natural de los caballos montados por los miembros de la realeza. Desde luego, uno puede imaginar pocas maneras de hacer propaganda de los monarcas de la época. Las tendencias, con un barroco que se hace esplendoroso, cambiaron rápidamente para incluir figuras en grupos. Esto hacÃa aún más impresionantes a estos mascarones. A veces incluso sorprendentes, porque entre otras cosas paracen más bien altares en vez de máquinas de guerra que navegarÃan sobre las olas. Nos podemos hacer una idea con algunos de los grabados que adjuntamos a continuación. Hasta que los estrategas se dieron cuenta que para mejorar la movilidad de los barcos, ¡no habÃa más remedio que aligerar aquellos inmensos grupos escultóricos que navegaban sobre la mar¡, no pararon con dicha moda. A pesar de ello, el lenguaje decorativo no dejarÃa de estar agotado, de toda una epopeya de imágenes, de todo su teatro escénico, pasarÃan normalmente a destacar una sola y única alegorÃa para tener el honor de guiar la proa de sus naves.

Asà podemos observar como un barco de mediados de los años 1600, llamado “Naseby” tiene esculpida a una figura de Oliver Cronwell a caballo, el cual se encuentra pisoteando a seis naciones nada mas y nada menos bajo los cascos de su caballo. Por supuesto Francia y España entre ellas. Una frase tallada sobre un laurel en su cabeza: ‘Dios con nosotros’. No serÃa la última marina que tendrÃa la audaz compañÃa y alianza de Dios para conseguir sus designios. Era una época en la que hasta para ir a la guerra habÃa que decorar con belleza sus naves. El mismo propósito es el que te embarga cuando uno puede observar in situ el alcázar y el espejo de popa de la réplica de la nave de Don Juan de Austria en el Museo MarÃtimo de Barcelona. Se trataba de las forma de crear. La belleza, por la belleza, hasta en sus más insignificantes detalles. Y no era baladÃ. OcurrÃa también con la artillerÃa.Piensen ustedes en los brocados y adornos que muchos de los cañones de bronce de su majestad Felipe II, ordenaba en sus barcos. Hasta la muerte iba adornada con la belleza.


Las veloces proas de los “Cutty Sarks”


Y tras las guerras napoleónicas, destacar la época de los grandes mercantes. Con las viejas águilas derrotadas en los campos de batalla queda posiblemente atrás una época.Sus mascarones de proa, las de estas véloces naves mercantes, que también navegarÃan por los mares. Y asà nos encontramos, que muy a menudo son retratos de los miembros individuales de la familia del armador, o incluso el mismo propietario, las que surcarÃan los océanos en sus proas. También nos podemos encontrar que se eligen una figura de la historia o de un individuo influyente de la sociedad de sus paÃses de origen. La colección de los mascarones de proa del Cutty Sark ‘s, en el conocido museo londinense presenta algunos de los mejores ejemplos de este arte marÃtimo único. Observarlas en Greeenwich es otra de las obligadas visitas para asomarse mejor al pasado marÃtimo. Después vendrÃa la época del metal. Del frÃo acero en cascos enormes que han de soportar aquellos enormes cañones y piezas de artillerÃa antiaérea o incluso aviones. La artesanÃa de madera, las bellas filigranas que los carpinteros podrÃan construir con sus propias manos, ya quedarÃan atrás.


Asà los mascarones se extinguieron con los modernos buques militares, no habÃa otra. El HMS ganges serÃa una de las últimas naves que portarÃan orgullosos su mascarón de proa. Pero ya los armazones de acero se volvÃan gigantescos para conseguir armar cañones de hasta 150 pulgadas que acompañarÃan a una superestructura que albergarÃa a miles de marinos. Aún asÃ, el HMS Rodney serÃa el último acorazado británico en llevar consigo a un mascarón de proa. Metafórico es la última figura decorativa francesa en forma de proa. Se darÃa sobre el acorazado “Breno”. Aquel lÃder Galo, vencedor de Roma, a quien debemos la famosa “Vae Victis!” ¡Ay de los vencidos!. Un último verso que da paso a la rendición de una tradición de siglos. La de los mascarones de proa, que quizás hayan sido borrados de nuestra vista cotidiana. Mas no hoy con este breve recuerdo de su efÃmera historia en espejo de navegantes…


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