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El fin de la inocencia (y 3)

Emilio de Miguel Calabia el

Luego estaban los compañeros de viaje, aquéllos que más o menos sabían lo que había, pero que se dejaban querer (¡y mucho!). En ellos se entremezclaban la ideología y la vanidad y eso casi les hacía ser más manipulables que los inocentes. El prototipo de todos ellos es André Malraux.

De entre las muchas pamemas a las que Malraux se dejó arrastrar, ninguna fue más sonada que la del proceso Dimitrov. Georgi Dimitrov era un comunista búlgaro, miembro del Komintern, al que los nazis procesaron en el marco de los juicios contra los perpetradores del incendio del Reichstag. Dimitrov se condujo en el juicio con gran valentía. Un dicho que circulaba por esos días era: “En Alemania sólo hay un hombre valiente, y es búlgaro.†La realidad, según Koch, es que Hitler y Stalin se estaban haciendo carantoñas entre bambalinas y Dimitrov sabía que no le tocarían un pelo. Mientras tanto, Dimitrov resultaba una baza propagandística muy oportuna.

Al Komintern se le ocurrió que podría ser un buen golpe de efecto que André Gide y André Malraux viajasen a Alemania con una maleta llena de peticiones para la liberación de Dimitrov y que se la entregasen al mismísimo Hitler o, si no, a Goebbels. Gide se dejó convencer por su impresionante ingenuidad. A Malraux le convencieron de que sería una especie de nuevo Lawrence de Arabia, una mezcla de agente secreto y hombre de acción. Partieron ufanos rumbo a Berlín y… no ocurrió nada. La plana mayor del régimen nazi estaba fuera de la capital y los agentes del Komintern pasaron de ellos. Su gran logro fue escribir una carta a Goebbels y entregársela a un funcionario. Años después la versión de Malraux fue que llegaron a encontrarse con Goebbels a quien le pidieron la libertad de Dimitrov y sus colegas. Malraux afirma que Goebbels les dijo: “Lo que ustedes buscan es justicia. A nosotros nos interesa otra cosa, la justicia germana.†Malraux cometió tantas mixtificaciones durante su vida para justificar el gran concepto que tenía de sí mismo, que lo más probable es que ésta fuera una de ellas. A la larga Malraux recordaría el episodio con enfado, sabiendo que le habían hecho perder el tiempo. A Gide al menos le quedaría el recuerdo de la visita a uno de los últimos bares homosexuales que quedaba en la ciudad.

El penúltimo capítulo del libro se llama “La estratagema españolaâ€. Para 1935 Mürzenberg se hizo consciente de que su influencia estaba declinando. Del 25 de julio al 20 de agosto de 1935 se celebró en Moscú el VII Congreso del Komintern. Externamente parecía que era el gran momento de gloria del Komintern; era el momento en el que se lanzaba la política de los Frentes Populares. En la práctica se estaba desmantelando la organización y se estaban traspasando sus funciones a la siniestra NKVD. Mürzenberg volvió a París con sus poderes algo recortados, pero aún era una ficha importante para la conformación de la política del Frente Popular.

En octubre de 1936 Mürzenberg fue llamado a Moscú y, además, se le dio la consigna extraordinaria de que le acompañase su mujer. El objetivo del viaje era transmitirle instrucciones. Mürzenberg acudió razonablemente preocupado. Al llegar a Moscú se enteró de que su mentor Radek había sido detenido y se le pidió que compareciera ante la Comisión de Control Internacional, una suerte de tribunal secreto para imponer la obediencia. Lo que más le inquietó es que formularon contra él acusaciones de lo más endeble. Cuando las acusaciones son endebles, eso significa que están tan decididos a eliminarte que ni se molestan en formular acusaciones consistentes. Aunque Mürzenberg rebatió con éxito todas las acusaciones, aún le convocaron una segunda vez y una tercera…

Fue entonces que Mürzenberg dio con la solución: se salvaría con España. Stalin no quería que el flujo de armas y voluntarios hacia la República pudiese vincularse con el gobierno soviético. Habría que proceder mediante las redes de simpatizantes que Mürzenberg había creado. Sólo él podía garantizar que el flujo continuase sin que la URSS quedase involucrada ¡Esa era su baza! La utilizó con maña y tanto él como su mujer fueron autorizados a abandonar la URSS adonde ya no volverían.

Al hilo de esta historia, Koch hace algunos comentarios sobre la política de Stalin hacia la República española. Koch afirma que Stalin no estaba interesado en la victoria de la República. Una prueba es lo cicatero que fue con la ayuda militar, que además se la hizo pagar al gobierno republicano con las reservas de oro en el Banco de España. Koch también afirma que un gobierno republicano victorioso no interesaba a Stalin, por cuanto que dejaría de necesitarle. Stalin quería simplemente utilizar a la España republicana como una moneda de cambio en el gran tablero geopolítico y, en el proceso, hacerse con el control del gobierno republicano y estalinizarlo. Una España comunista sería una baza para negociar con Hitler, con quien ya llevaba varios años de negociaciones encubiertas. La estalinización del gobierno republicano la conseguiría dando la patada a Largo Caballero y colocando en su lugar a Juan Negrín.

Acaso porque es un tema que conozco, detecto algunos errores de bulto en la descripción que hace Koch de la situación. El primero es afirmar que “un joven oficial del Ejército [Franco] con un amplio apoyo castrense y político encabezó un pronunciamiento…†El pronunciamiento fue liderado por el general Emilio Mola, que fue quien aunó las voluntades del generalato. Franco se sumó al alzamiento en el tiempo de descuento. El segundo es decir que se trató de una rebelión “abiertamente fascistaâ€. La ideología de los alzados, si es que hubo una, fue el conservadurismo. Lo único fascista fue la Falange, que muy pronto fue abducida por Franco.

En otro punto, Koch afirma que el ataque nacional sobre Madrid fue derrotado por las brigadas internacionales y por las fuerzas republicanas que estaban guiadas por los generales soviéticos J. K. Berzin y Vladímir Gorev. He investigado y Koch está en lo cierto en lo que se refiere a Gorev, que aquellos días fungió como asesor del General Miaja. Gorev jugó un papel clave en la organización de las fuerzas republicanas que defendían Madrid y aportó un asesoramiento clave sobre la coordinación de las unidades y el uso y despliegue de las armas proporcionados por los soviéticos. Asimismo ayudó a introducir disciplina en las desorganizadas fuerzas milicianas. Por cierto que la recompensa por sus servicios fue una condena a muerte el 20 de junio de 1938 en el marco de las purgas contra los militares. Lo que Koch no menciona es el papel que tuvo el armamento soviético recién llegado en la defensa de Madrid en noviembre de 1936. Cabe la duda de si Madrid habría conseguido resistir sin ese armamento.

El libro de Koch es notable desde muchos puntos de vista. Lo que más me ha gustado de él es el ojo que tiene para describir a los personajes y abordar la condición humana.

 

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